El papel del médico suele confundirse con llevar a cabo un interrogatorio impersonal y frío, donde él sólo obtiene respuesta a sus preguntas, sin embargo, la buena clínica exige el conocimiento de la enfermedad y del padecer, es decir, a la persona enferma, considerada como entidad biopsicosocial. En otras palabras, es fundamental conocer al ser humano que se encuentra detrás de los síntomas y signos; el profesional deberá lograr que el paciente se sienta alentado a tener esperanzas, acompañado y protegido.
De esta manera, el rol del médico determinado por Sánchez (2002), Louro (2000) y Donovan (2000), es el de ser y estar disponible y preparado (en la curación o paliación y cuidado afectivo) como:
Persona preparada en su campo de acción, que conozca los síntomas físicos, costumbres y perspectivas acerca de la salud.
Persona con sentido común basado en la evidencia científica y experiencia clínica.
Persona preparada para dar información al paciente a cualquier grado en que él desee ser informado (diagnóstico, pasos a seguir, tratamiento, pronóstico, riesgos, alternativas terapéuticas y precauciones).
Fuente de información honesta, útil, clara, sencilla, actualizada y comprensible.
Apoyo para evaluar la calidad de la información, para distinguir entre información correcta e incorrecta.
Persona accesible.
Fuente de apoyo y ánimo continuos, dejando saber que el dolor, la ira, la preocupación, el estrés y la desesperación son normales, y pueden expresarse con confianza en su presencia.
Persona que escuchará, comprenderá lo que están tratando de explicarle, estimulará preguntas y alentará una esperanza genuina de que aún se puede tener una vida plena y valiosa.
Persona capaz de explorar alternativas con el paciente en una atmósfera de seguridad y confianza mutua.
Persona comprometida para tratar al paciente desde el principio hasta el fin, aun cuando la cura no sea probable.
Persona comprometida e interesada en conocer el problema del paciente, el significado que da a la enfermedad, lo que el paciente sabe, averiguar si el paciente o la familia tienen conceptos erróneos acerca de la enfermedad o situación.
Persona a quien su competencia profesional puede ser desafiada.
Persona que no tiene todas las respuestas.
Persona sensible a las necesidades particulares de cada paciente o situación.